Es
natural y razonable que cualquier lenguaje adopte términos geopolíticos
extranjeros para que convengan su propia pronunciación y sistema de
escritura. En general, los británicos realizaron un buen trabajo
adaptando los nombres nativos a medida que exploraban el planeta. Pero
ahora que el inglés se está convirtiendo en la lingua franca global, la
situación ha cambiado. En un lenguaje internacional, los nombres que
los pueblos han asignado a sus propios países, regiones y ciudades
deberían ser respetados. Este es el caso del Español Simplificado.
Por ejemplo, la bella palabra
“Aotearoa” es la palabra original con la que los nativos maoríes se
referían a sus islas, de modo que en Español Simplificado se prefiere su uso en
lugar de “New Zealand” (Nueva Zelanda), que hace referencia a un
explorador holandés.
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